Zerizút ¿Cómo ser ágil?

Zerizút ¿Cómo ser ágil?

Cuando Avinoam estaba en el bosque, vio como un tigre se camuflaba y se acercaba lentamente a su presa. En un abrir y cerrar de ojos, el felino audaz cazó al indefenso animal y lo subió con gran zerizút-agilidad a la copa de un árbol. Después, Avinoam se fijó en una tortuga que había estado a su lado todo el tiempo mientras observaba al tigre, pero no había reparado en ella; la vio desplazarse con gran lentitud y comer de unas hierbas. Se preguntó quién era más ágil si el tigre o la tortuga. Pero no halló respuesta.

La falta de respuesta se debe a que dicha comparación no tiene sentido. En un primer impulso diríamos que el tigre es más ágil, pero si nos fijamos en la vida de cada uno de esos animales, vemos que no es así. Tanto el tigre como la tortuga deben obetener su sustento para vivir y por lo tanto cada uno está dotado de los elementos necesarios para conseguir el alimento. Por un lado los animales que caza el tigre son más rápidos que él, y por otro, las hojas de hierba que come la tortuga no se mueven. Al ser los objetivos de dichos animales tan diferentes, no caben las comparaciones; únicamente si comparamos entre dos tigres o entre dos tortugas podríamos decir quién es más ágil.

Para entender cómo ser ágil, primero hay que empezar por serlo.

Cuando Rabi Isaac Luria, Arizal, se fue a Tzfat, lo hizo desde Mitzraim donde estudiaba, por decisión propia, solo. Tenía una habitación a orillas del Nilo y allí permanecía toda la semana estudiando, sólo volvía a su casa en Shabat. Eliahu HaNabí estudiaba con él. Un día Eliahu HaNabí le dijo que tenía que abandonar aquel lugar y subir a Tzfat. Pero a Arizal no le gustó la idea y se resistió a moverse de su retiro en el Nilo. Entonces Eliahu HaNabí volvió por segunda vez y le explicó que él, Arizal, había venido a este mundo para enseñar a quien sería su alumno Rav Jaim Vital. Y así fue, Arizal le enseñó durante diecisiete meses y después murió en una epidemia.

En esa época vivían muchísimos sabios en Tzfat. Cuando Jaim Vital vio tanta luz en el sabio, avisó a otros sabios que le acompañaran y compartieran sus enseñanzas, pero Arizal se negó, pues sabía que el único que entendería íntegramente lo que iba a explicar sería Jaim Vital.

En Mesilat Iesharim, Ramjal trata temas aparentemente muy conocidos: precaución, agilidad, etc. A veces, quien ya ha adquirido precaución piensa que ya lo sabe todo y se pierde un potencial enorme que desconoce. Sin embargo, si pudiéramos dejar lo sabido y  empezar de cero, podríamos captar las cosas que se quedaron “perdidas”. Pero esto sólo es posible si la persona tiene la agilidad de empezar desde cero.

Una persona “cuadrada” no es ágil porque tiene límites muy determinados. Las personas que son poco racionales, son las que no tienen límites, o dicho de otro modo, no ven el límite de sus límites y son más flexibles. Con límites o sin límites en ambos casos hay que trabajar, pero es necesario hacerlo con agilidad. En el ser humano están todas las cualidades y por lo tanto todos somos ágiles y lo contrario, perezosos. La cuestión es por qué en una persona se manifiesta la agilidad en todos sus actos y en otra no. ¿De dónde surge la diferencia?

Podríamos decir que la agilidad es una consecuencia, entonces ¿cuál es su causa? La Torá nos explica que Betzalel hizo los kelím del Mishkán y que le ayudaron en el trabajo Oholiav, su asistente, junto a otros hombres y mujeres sabios. Aunque el nombre principal que figura es el de Betzalel y no se destaca el de los demás, se debe a que a pesar de que ellos eran artesanos que trabajaban con un mismo objetivo, Betzalel era el más ágil de todos.

Por consiguiente, si queremos trabajar con agilidad desde un inicio debemos conocer el potencial que tenemos para poder usarlo de la mejor manera posible. El primer paso sería adquirir precaución, o sea detectar el objetivo, saber qué queremos, y qué deseamos hacer con éste. Esto es, elegir, saber discernir entre lo bueno y lo malo y después determinar lo bueno que me acerca al objetivo que elegí y lo malo que me aparta de éste. Podríamos decir que la precaución equivaldría al “no hacer” y la agilidad al “hacer”. Así como las mitzvót se dividen en hacer y no hacer. El segundo paso sería tener agilidad, que es hermana de la precaución, o sea, saber cómo llegar al objetivo. Este esquema lo podemos aplicar a cualquier situación de nuestras vidas.

Entre dos personas con un mismo objetivo ¿quién será más ágil y quién más perezoso? ¿Qué hace surgir esa agilidad o esa pereza? La kabalá nos muestra que en la realidad en que vivimos hay sólo dos temas, or, lo que HaShem nos da, y kli, las creaturas que queremos recibir lo que Él nos da. El or es uno y los kelím, las creaturas, son millones, casi innumerables y cada uno es distinto del otro. Por lo tanto el deseo de uno no es exactamente el deseo del otro. El or es uno y alumbra a todos los kelím por igual, pero cada uno recibe una porción de or distinta y esto marca los diferentes niveles. Hay distintos niveles de or, el klí que recibe mucho está alto y el que recibe menos está más bajo y aquel que no recibe casi nada está por debajo de todos.

Dentro de cada sistema hay una subdivisión de cinco niveles de or. Por ejemplo, si nos referimos a los cinco niveles de or haiejidá el kli más elevado es iejidá de iejidá; luego jaiá de iejidá, neshamá de iejidá, rúaj de iejidá y néfesh de iejidá. Vemos que todos esos kelím reciben el mismo or iejidá y a su vez se divividen en cinco niveles. Si el or que alumbra es exactamente el mismo, significa que el or tiene el deseo de entrar en todos los kelím en el nivel máximo, pero unos lo pueden recibir y otros no. Por lo tanto diríamos que la diferencia en los kelím está en que quien recibe todo es el más ágil, el que recibe un poco es menos ágil y aquél que no recibe casi nada es un perezoso.

¿Quién pone el nivel a cada una de las creaturas? o ¿cuál es la causa de la agilidad? La causa de esa diferencia es que aunque todos los kelím quieren recibir el or de forma homogénea y todo el or quiere, a su vez, ser recibido, los niveles se deben a que cada kli recibe por medio del grado de entusiasmo con el que quiere recibir el or. Es decir el kli de iejidá es el que constantemente está pensando cuándo va a llegar el or, y cuando llega, se anula y se llena de or. El kli en jaiá se anula pero no tanto y entonces recibe un poco menos de or. El kli en néfesh, sin embargo, se anula un poco, un diez por ciento, y sólo puede recibir or hanéfesh. Por lo tanto, el que está en iejidá es el más ágil y el que está en maljut el menos ágil de todos.

Por consiguiente, la agilidad es una consecuencia directa del deseo que tenemos. La causa de la agilidad va a depender de la importancia que demos al objetivo que pretendemos alcanzar. Como hemos dicho, todos somos ágiles y perezosos, si nos proponemos un reto, dependerá de nuestra motivación personal el intentar superarlo y llegar a la meta con éxito.

Veamos un ejemplo. Una señora fue a oír la clase de un Rav y por la noche lo llamó para decirle que no podía dormir por culpa de la clase. El rav sorprendido dijo que no había hablado muy fuerte, y la señora replicó que no era eso, sino que había sido tan aburrida que se había dormido durante toda la conferencia y ahora no podía conciliar el sueño.

¿Qué ocurriría si se les dijera a unos alumnos que la clase de una hora se alarga a cinco horas? Por supuesto no todos los asistentes estarían de acuerdo, unos estarían interesados y otros, después de un día de trabajo, estarían cansados. Pero si se les anuncia que quien se quede en clase hasta las dos de la mañana recibirá cien mil dólares nadie se iría a dormir, de repente todos se volverían muy ágiles. Si luego se dice que quien aguante hasta las cuatro de la madrugada recibirá quinientos mil dólares más, todos permanecerían despiertos, y subsecuentemente si se agrega que si continúan en clase hasta las ocho, la suma asciende a un millón de dólares, seguro que todos se quedarían. Aún más, si se añade que quien aguante despierto hasta la noche siguiente recibirá diez millones de dólares más, seguro que todos se olvidarían del cansancio, es más, ni siquiera se acordarían de que el cansancio existe en la realidad, y todos permanecerían despiertos con ánimo.

Esto significa que todos poseemos la fuerza de la agilidad, pero dependerá de la importancia que le demos al tema a tratar el que pueda pasar de la potencia a la acción o no. Cuando hay tanto beneficio económico de por medio, el cuerpo puede aguantar un día sin dormir, pero cuando es algo que el cuerpo no entiende, como estudiar Torá o hacer buenas acciones, nos auto-justificamos con necesidades físicas, como el descanso.

Para resumir, primero tenemos que tener dáat, la percepción que nos lleva a la precaución. También hay que tener emuná, fuerza interior en el objetivo que hemos decidido alcanzar. Si una persona quiere pero no se emplea a fondo en conseguir el objetivo, o sea no trabaja en esa dirección al cien por ciento, no va a llegar a éste. La emuná nos hace estar complétamente seguros de que sí vamos a poder alacanzar ese objetivo. Cuando ya estamos seguros, también tenemos que usar la imaginación que nos ayuda a mover los límites, por supuesto, no se trata de ser rígidos ni tampoco anular todos los límites de forma anárquica. Como todo, la imaginación tiene que ser moderada y usada dentro de los límites correctos, pues podría llevarnos a terrenos inexistentes, irreales. La Torá nos dice que en el desierto Israel hizo guerra con Midián. Midián contiene el vocablo dimión-imaginación, esto significa que hay que hacer guerra contra la imaginación para ponerla en los límites adecuados. Sin imaginación no se puede avanzar, ya que nos ayuda a vernos en el objetivo mismo, nos muestra cómo elevarmos, y eso nos alienta. En definitiva, si tenemos dáat, emuná e imaginación seremos absolutamente ágiles.

La agilidad la vemos en Avraham Avinu cuando HaShem le dice que sacrifique a Itzjak; sin objetar, por la mañana temprano, con todo listo, se pone en marcha. También vemos agilidad en David Hamélej que cuando creyó oportuno construir el Bet Hamikdásh se dispuso a hacerlo inmediatamente; fue tan diligente que HaShem le dijo a Natán que avisara a David para que no comenzara, pues el Templo lo construiría su hijo y no él. Rivká Imenu también fue ágil al ir rápido a dar de beber a Eliezer.

Los que actúan más rápido en todos los mundos son los malajím-ángeles, actúan como una flecha porque ven la verdad delante de sus ojos. Sin embargo, nosotros tenemos una naturaleza pesada y vivimos en un mundo pesado donde hay que esforzarse para ser ágil. Una persona es pesada porque no ve la verdad, el orden de la Creación, el or. Los tzadikím siempre hacen todo rápido desde el principio.

Vemos que la agilidad tiene dos partes, una antes de la acción, o sea cómo hay que actuar, y otra durante la acción misma. El ser ágil antes de la acción lo vemos también en el caso de David Hamélej, cuando HaShem le dice que él no va a construir el Bet Hamikdásh sino su hijo Shlomó. El profeta le dijo que Shlomó sería ungido en el manantial de Guijón. Llegado el momento, David ordenó: ”Bajad al manantial de Guijón y ungid al rey Shlomó”, y el ministro de defensa dijo “amén”.

Los sabios explican que cuando una persona ha decidido hacer una mitzvá, desde que lo decide hasta que la cumple está en peligro constante de perderla, porque cuando lo decide, sin que ella lo perciba, surgen muchas fuerzas negativas que intentan evitar que la cumpla. Por eso hay que ser ágil y actuar inmediatamente. El ministro de David Hamélej dijo “amén” porque desde que el profeta transmitió que Shlomó sería rey hasta que lograran ungirlo habría tantos peligros que debían pedir a HaShem que mandara la fuerza necesaria para alcanzar el objetivo. Por lo tanto, podemos afirmar que cuando decidimos hacer algo, hay que hacerlo de inmediato, pues quien tiene emuná y va por el camino adecuado, siempre alcanzará objetivo.

La segunda parte de la agilidad es durante la acción misma, donde no hay que debilitarse y, una vez terminada, hay que preparar con agilidad el siguiente paso que nos conduce al objetivo, pero no sin pensar o de forma inadecuada, pues hay diferencia entre actuar con agilidad o bejipazón, precipitadamente. El pensamiento tiene que ser rápido y ordenado y la acción adecuada y hecha en la mayor brevedad posible, esto es agilidad. Por ejemplo, por la mañana cuando sale el sol llega el momento de la tfilá; los que son rápidos llegan puntualmente. Quiere decir que el pensamiento tiene que ser rápido y con el tiempo se adquirirá la agilidad.

Como hemos dicho, todo dependerá de la importancia que le damos al objetivo. Actuar con impaciencia significaría que se trabaja rápido para terminar, esto no es ser ágil; también hay que considerar no precipitarse. De la misma manera que todos somos ágiles, todos somos perezosos porque nuestro cuerpo lo es. La naturaleza del hombre es pesada y tenemos que activarnos y volvernos ágiles; sacar nuestro potencial exige esfuerzo, requiere un trabajo de parte nuestra. La persona ágil es quien ama el objetivo que ha elegido.

Una vez que el ser humano ha logrado la agilidad, la puede perder si busca el descanso, pues ésa es la naturaleza del ser humano. Somos creaturas de HaShem que es pleno, perfecto, por consiguiente Él está en completo descanso. En shabat está todo hecho, hay descanso. Nos encanta el descanso porque ésa es nuestra raíz, y tenemos que decirle al cuerpo que lo aparte, porque a este mundo hemos venido a trabajar.

¿Qué hace perder la agilidad que tiene por naturaleza el hombre? El descanso, éste puede entenderse en muchos niveles, desde el no moverse, hasta no elevarse o estar satisfecho con uno mismo. Esto surge porque cuando tenemos la precaución, obtenemos frutos aunque no hayamos logrado el objetivo aún. El peligro es detenerse, descansar, pues todavía queda mucho por realizar, el deleite de lo logrado hasta entonces es temporal, aún falta para llegar al objetivo. En ese momento, la persona desconoce que lo que le espera va a ser mejor y mayor.

Un ejemplo de agilidad lo vemos en Giora Epstein un aviador retirado de la Fuerza Aérea de Israel, con un record de aviones derribados en la historia de la aviación mundial. Cuentan que cuando llegó un grupo de aviadores americanos a visitar las bases de Israel, uno de estos aviadores se vanaglorió de haber derribado varios aviones y orgullosamente preguntó a Giora cuántos había abatido él, Giorá respondió una cifra que dejó perplejos a todos. Giora, había apartado con humildad esa necesidad de descanso que suele proceder del orgullo de un trabajo bien hecho. En la guerra del Iom Kipur (6 de octubre 1973), estando solo frente a once aviones egipcios, Giora cayó en una emboscada; derribó a cinco ahuyentando a los demás y en vez de volverse satisfecho a su base preguntó por radio si quedaba más trabajo por hacer.

Hay personas corrientes y personas grandes, aunque aparentemente son iguales, las grandes no se dejarán llevar por la sociedad, ni por las ideas de la mayoría. Eso es ser sabio. ¡Y no nos olvidemos de lo más importante! ser ágiles es amar todo lo que uno hace.

 

Rav David Scher

 

 

Extraído del curso Cómo hacer la cosa justa en el momento justo impartido por Rav David Scher en cursos halel www.halel.org © del autor 2011.

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