Los calcetines de Avinoam, capítulo tres

Los calcetines de Avinoam, capítulo tres

La alegría infinita

 

Fue a su caja de ahorros, cogió lo que tenía acumulado, pensando que después de tanto estudiar se merecía una golosina, y se dirigió al supermercado, directo a su estante favorito.

- ¿Qué me merezco, chocolate, bizcocho de nueces, galletitas de mermelada...? ¡Ah, hay un helado que nunca he probado! ¡Qué listo soy! Eso, genial, ¡¡¡yupiii!!! Me lo merezco con creces.

Mientras estaba en la fila para llegar a la cajera, Avinoam pensó:

- ¿Dónde me conviene comerme el helado? Mmm qué rico… Ya mismo ¡¡aquí!! Mmm… O ¿quizá me lo como por el camino a casa…? O como es la primera vez que lo pruebo… sería mejor ¡guardarlo en el congelador para disfrutarlo en Shabat! Pagó, y salió del supermercado inmerso en sus pensamientos.

Al pasar por un jardín donde estaban jugando unos niños pequeños, se acordó de lo que le dijo la neshamá.

- ¿Cuánto me va a llevar comerme el helado? un minuto… uno y medio… ¡Dos y medio máximo! pero luego solo quedará el chocolate alrededor de mis labios… bueno, también en mis dedos... ¡Ese momento pasará tan rápido! Y después me quedaré deseando tener suficientes ahorros para poder comprarme otro. Entonces… ¡Ah sí! ¡cómo no se me había ocurrido antes! Experimentaré el consejo de la neshamá. Podría mañana llevarme el helado al Talmud Torá y dárselo a...

Avinoam pensó por 50 segundos…

- ¡¡¡A Yedidia!!! ¡¡Sí!! Se lo daría a él. Siempre está apartado, y nunca he sabido cómo acercarme a él; no está metido en la vida social de la clase, ni tampoco en las actividades que organizamos entre los amigos. ¿Será que prefiere estar solo? Pero solos no disfrutamos. Entonces, será que es muy especial y espera hasta que llegue un momento también especial.

Avinoam puso el helado en el congelador y siguió pensando, no podía parar de darle vueltas al asunto. Por la noche le costó dormir porque el yetser hatov le decía: “¡Buena decisión Avico! Vas a recibir una alegría que no has vivido nunca”. Por el contrario el yetser hará le decía: “Tontuelo ¿Cómo vas a perder la oportunidad de probar ese delicioso helado? ¡Nunca en tu vida habrás comido uno tan sabroso!”.

Finalmente Avinoam se durmió. Por la mañana fue al colegio con su helado y se apresuró para entregárselo a Yedidia antes de que se derritiera. de manera que tan pronto lo vio, enseguida, sin ni siquiera saludarle, extendió su mano derecha y se lo dio. Avinoam se asombró de cómo la alegría fulgurante que vio en la cara de Yedidia, no derritió el helado por completo. Ambos estaban muy contentos, Avinoam por haber superado ese desafío, pero sobre todo por sentir una inmensa alegría en su corazón al ver la cara sonriente y radiante de Yedidia, y Yedidia, por tener un nuevo amigo que piensa en él.

El regocijo de los corazones de los dos amigos crecía y crecía. Avinoam en su interior agradecía a haShem por haberle proporcionado esa felicidad inigualable, y todo eso ¡sin tener que ensuciarse los dedos y los labios con chocolate! Se dio cuenta de que la magnitud del deleite que había recibido era mayor al sabor de cualquier helado, incluso al más delicioso, que existiera en el mundo entero. ¡Y no se acababa en dos minutos y medio!

Al día siguiente, Avinoam fue corriendo a buscar a la neshamá para compartir su fantástica experiencia.

- ¡¡¡Neshamá, neshamá!!! ¡Ya tengo la respuesta! Sí ¡alegrar al prójimo nos alegra mucho más! Cuando le damos a un amigo algo que nos gusta mucho, como un helado, ¡nos alegramos más que cuando nos lo comemos! Ahora entiendo la brajá de la tefilá de arvit cuando decimos “Quebranta y aparta de delante y…” Si todos nosotros actuásemos de esa forma, la humanidad sería ejemplar. ¡Qué inteligentes fueron nuestros sabios al darnos esta plegaria! ¡Cuánto provecho se puede sacar de ella! ¡Qué hermoso es rezar!

- ¡Hey! Avinoam ¡has aprendido algo muy importante! Imagínate si activaras tu interior para poder actuar de esa forma ejemplar las veinticuatro horas del día. ¡Serías una persona sumamente feliz! Y harías a todos a tu alrededor felices. Sabes, te voy a revelar otro secreto. ¿Cómo crees que ha llegado a ti la alegría infinita que has sentido hoy? Ha llegado a tu cuerpo gracias a tu neshamá. El cuerpo solo no puede recibir un deleite así sin la preciosa colaboración de la neshamá.

Sin perder ningún segundo, en el camino de vuelta a su casa, Avinoam pensaba ya qué podría proponer al día siguiente en clase. Ahora que había empezado a conocer cómo actuaba su propia neshamá quería esforzarse en conocerla mucho, mucho más todavía.

Continuará próximamente.

 

 

Zambullida!

Para que padres y educadores trabajen con los chicos

- ¿Cuántos tipos de helados conoces?

- ¿Estarías dipuesto a darle a tu amigo el que más te gusta?

- ¿Cómo puede disfrutar la neshamá con un helado?

- ¿Qué le propondrías a Avinoam que haga?

Entre las propuestas enviadas habrá un sorteo y la ganadora aparecerá en los próximos capítulos de Avinoam.

 

Las respuestas las daremos en la próxima entrega del capítulo cuatro de Los cordones de los zapatos de Avinoam.

 

Respuestas al capítulo anterior, El león de Bei Ilaei.

Zambullida!

Para que padres y educadores trabajen con los chicos

- ¿Se puede escuchar a la neshamá?

Sí, si lo deseamos

- ¿Alguién la ha visto?

En todas las generaciones hay quien las ve, también en ésta

- ¿Qué es la neshamá?

Es la parte más elevada de nuestro ser, aún más elevada que la de los ángeles

- ¿Cómo se deleita?

Asemenjándose en sus acciones a las de su Creador. ¿Quieres saber más? Lee a continuación.

 

 

© 2011 Avico, ravdavid@orpnimi.org.il

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